Cuentos de Navidad



Cuentos de Navidad




 



auel día de noviembre, se adentran en el bosque, disfrutan del olor a musgo, cortan un abeto, recogen nueces y con las cuatro monedas que han podido ahorrar durante el año, compran harina, uvas pasas, mantequilla y todos los ingredientes necesarios, incluido el whiskey, para preparar el típico pastel de Navidad americano: el fruitcake. No lo preparan tan sólo para ellos. La mayor satisfacción de esta mujer menuda, deforme e infantil es regalar en Navidad el pastel de fruta a 30 personas. Apenas conoce a la mayoría de ellas, pero de una manera más o menos fantasiosa, forman parte de su vida: un viajero que un día pasó fugazmente por aquel rincón de Alabama, por ejemplo; o el presidente Roosevelt, que siempre contesta agradeciendo el regalo.

Truman Capote no quiere moralizar, sino evocar a esta singular amiga, que le acompañó en su desarraigada infancia. Generalmente, el cuento de Navidad, al menos según el modelo que Dickens popularizó, implica el retorno de un adulto (o de un anciano: Mr. Scrooge) a la infancia, la única patria verdadera. Con todo, y a pesar de que la intención del autor es estrictamente evocadora y literaria (esto es: no moralista), es inevitable deducir una moraleja de este cuento. No sólo por la belleza moral que destila esta mujer marchita, contrahecha y juguetona, amiga del narrador, sino por la visión del regalo de Navidad que el cuento revela. Esta peculiar niña vieja nos sugiere que, en el regalo, el objeto es lo de menos. El regalo actuaría como el taxista, que acompaña en su coche al espíritu del donante.
Otros muchos cuentos de Navidad se podrían comentar en un día como hoy. De Dickens y Tolkien a J.M. Folch i Torras y Pius Pujades (de quien la semana pasada presentamos en Girona La naturalesa humana, editado por Rupes Nigra, con maravillosos dibujos navideños del poeta y pintor Narcís Comadira). De H.C. Andersen a Louis May Alcott. De Isak Dinesen y Azorín a Pere Calders. De todos los cuentos de Navidad, el que más me gusta es Los muertos, de James Joyce, incluido en Dublineses (Lumen; Alianza). Debería haberlo comentado hoy, pues contiene una pequeña escena que describe con insidiosa e inquietante precisión el actual ambiente político catalán. Pero me ha dado pereza regresar hoy a la política.
El caso es que, por azar, ha caído en mis manos la versión castellana de los Cuentos completos de Primo Levi (El Aleph Ed.), el gran narrador del holocausto judío en los campos nazis. Y he descubierto Última Navidad de guerra, el cuento más alejado del almíbar navideño que uno puede leer. Hablaré de él algún día. Hoy tan sólo apunto que la rareza de esta narración navideña no reside en su protagonista, un judío encerrado en Auschwitz. Reside en este punto: en uno de los peores infiernos que ha conocido la humanidad, se vivieron tres manifestaciones de la Navidad perdida que la actual Navidad, tan azucarada, ya no permite: el impacto ambiguo de la empatía entre el fuerte y el débil, el milagro de un regalo imprevisto y, en medio del horror, el humor más cándido.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Els Lladó de can Pip, o a l’inrevés

La meva república